lunes, agosto 20, 2007

Recordando a Don Bernardo O'Higgins Riquelme

Los 20 de Agosto de cada año, recordamos con agradecimiento el natalicio de nuestro Padre de la Patria, don Bernardo O’Higgins Riquelme. Los tiempos han llenado páginas y páginas para recordar los variados antecedentes que componen la vida y obra de O’Higgins. Los discursos de autoridades y las composiciones escolares, compiten en la búsqueda de frases que reflejen mejor el agradecimiento del pueblo chileno para este Gran Hombre.

Pero este 20 de Agosto tiene una connotación especial pues también un día 20 de Agosto, desde el Alto del Puerto, en Valparaíso, rodeado por San Martín, Zenteno, Cochrane y todo su Estado Mayor, O’Higgins vio como la brisa impulsaba el velamen de las naves que aseguraban a Chile, el dominio del Pacífico y la liberación del Perú y a la más importante región de América. Naves chilenas, hombres chilenos entraban en la historia de las liberaciones de los pueblos. Con su fervor religioso, con seguridad Don Bernardo deba gracias al Creador y rogaba por su protección.

Hoy nuevamente Chile va en ayuda de los hermanos peruanos ante el sufrimiento que les ha deparado la indomable fuerza de la naturaleza. Perú, tierra que agradecida brindó cálida acogida a su Libertador cuando los poderosos intereses mezquinos le llevaron a alejarse de su amado Chile, creyendo que este generosos gesto suyo calmaría las tormentosas aguas que afectaban a nuestra Patria

Nadie duda de la gran religiosidad de O’Higgins, pero tampoco debemos olvidar que por su formación europea, comprendía que un gobernante lo es para todos los habitantes de su territorio y estos son de costumbres y religiones diversas y – junto con exigir de todos un respeto por la religión de Chile. Católica, apostólica y romana – Chile debía respetar esas otras creencias.

No era tarea fácil para el Libertador imponer tan lógicas condiciones de convivencia pues el enraizamiento católico nacía de los conquistadores que sometían para sus soberanos, tierras que pudieran ser entregadas a la gloria del Dios católico y – por lo tanto – los sometidos aprendían el temor a Dios en las enseñanzas de esta única nueva religión que consideraba blasfemo al anglicano, luterano, hinduista, judio, etc. y les negaba hasta un lugar para enterrar sus difuntos, pasando por la intolerancia a que practicaran sus ritos.

Una demostración de la tolerancia natural del Libertador en lo religioso, es la dictación del Decreto del 14 de Diciembre de 1819 que autorizó el funcionamiento de cementerios par quienes no profesaran la religión Católica.

Pero, sin duda su esfuerzo inicial, fue la corrección que hizo al proyecto de Constitución que le presentara don Miguel Zañartu. En carta que envía a don Luis de la Cruz, quien lo reemplazaba en el mando en Santiago pues el se encontraba en Talca, O’Higgins le escribe el 23 de Enero de 1818” la protesta de fe que observo en el borrador, cuando habla de nuestro invariable deseo de vivir y morir libres defendiendo la fe santa en que nacimos, me parece suprimible en cuanto no hay en ella una necesidad absoluta y que acaso pueda chocar algún día con nuestros principios de política.

Sabido es que los poderes absolutos o sin controles, generan corrupciones y abusos. Esto sucedía con la Iglesia Católica en tiempos de Bernardo O’Higgins. El Gobernante decidió poner fin a estos excesos y considerando que el Estado debía velar por el correcto funcionamiento y desempeño de su Iglesia oficial y sintiéndose en la obligación de intervenir, envió al Senador José Ignacio Cienfuegos que era Arcediano de la Catedral de Santiago y ex Vicario de esa diócesis, como Legado y Plenipotenciario ante el Papa Pío VII. La misión del sacerdote no era otra que la de recabar de Roma el patronato del Gobierno para la Iglesia, el derecho de que este percibiera una cuota de los diezmos, la erección de nuevas diócesis y que la sede de Santiago fuera elevada a metropolitana, la reforma de los votos regulares y el nombramiento de un Nuncio permanente en Chile. Todo esto que solicitaría Cienfuegos al Papa estaba avalado por la carta credencial de fecha 6 de Octubre de 1821 que portaba.

Al Vaticano se le presentaba una complicaba situación, ya que si bien Chile se sometía ampliamente y declaraba que su única religión era la Católica, Apostólica, y, más aún, O’Higgins hacia explícita su incondicionalidad absoluta a la Iglesia Católica, Roma tenía una estrecha relación con el reino español ya que el Rey de España era el titular del patronato de la Iglesia en Amércica. Sin embargo, el Vaticano haciendo gala de su conocimiento de los vericuetos de la diplomacia y acordaron en enviar a Chile u un Vicario con carácter “meramente religioso” para “resolver problemas urgentes”. Igualmente y algo sin precedente ni mucho menos procedente pues Chile no estaba reconocido como país independiente, el Papa le envió un presente a O’Higgins.

La firmeza y rectitud de sus acciones le significaron el encono y el odio de la oligarquía criolla que lo humillaba en cuanta oportunidad se presentaba. Pese a todo, sus obras como gobernante son imperecederas. La reapertura del Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional. En 1821 funda el Liceo de La Serena. Creó los Ministerios de Guerra, Hacienda, Marina, de Gobierno y el de Relaciones Exteriores. Organizó un Poder Judicial independiente. Instituyó las visitas de cárceles por Jueces. Creó la cárcel de mujeres. Eximió de impuestos los libros, periódicos y folletos. Creó el Hospital Militar y muchísimas obras y determinaciones que demostraban su innata calidad de hombre sabio, consecuente, ecuánime, en fin un ser humano, un chileno del cual, por siempre, nos sentiremos orgullosos y agradecido.

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