viernes, abril 04, 2008

Otra de la PPD con los Católicos

No es patrimonio exclusivo de una comunión religiosa normar el derecho a la vida y su defensa irrestricta, desde que esta se inicia hasta su muerte. Todo ser humano, por naturaleza defiende la vida. Coincidimos en eso totalmente. Donde discrepamos es cuando se considera, científicamente iniciada una vida humana. Creo se debe definir solamente científicamente esta basal función. Los misticismos religiosos, que si son tolerantes, merecen nuestro respeto, serán valederos para quienes suscriban sus adhesiones a esta idea. Avalan las definiciones de la ciencia para el inicio y fin de la muerte, el que ya no usemos el espejo para ver si se empaña o no para definir el fallecimiento de una persona. Hoy, universalmente, se siguen las indicaciones que la ciencia a determinado para definir la muerte.
Con referencia a la PDD, quienes no aceptan las explicaciones científicas del organismo mundial – apolítico y sin presiones de autoridades religiosas alguna – que determina que no es abortiva, fincan su oposición en el momento que este químico actúa para impedir el embarazo. Y la discusión se entraba por la ya dicho: ¿cuándo se inicia la vida?
Me resulta grato copiar lo escrito por el jesuita Felipe Berrios: “No habiendo un dato científico unánime, no cabe un juicio moral taxativo. Si cabe un juicio moral prudencial.” Continúa Berrios, como cura católico, con su posición, respetable por lo atemperada, que estima –“en la duda de algunos -se debe priorizar la idea que es abortiva”
Extrañamente nadie se preocupa de quienes desean o deben usar la PDD. Las mujeres mayores de edad no necesitan les señalemos que den hacer. Sería insólito y digno de quienes presumen ser poseedores de la verdad. Cuando niñas menores solicitan la píldora lo hacen pues ya han actuado – con seguridad irresponsablemente – manteniendo relaciones sexuales. Si pretendemos regular la vida de estas niñas impidiéndoles el acceso a la PDD, debemos tener muy claro que hemos ya fallado y no tenemos una real autoridad moral pues nuestras hijas ya han tenido la relación sexual irresponsable, demostrando que no hemos sabido educarlas.

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