viernes, octubre 12, 2007

Los que dan consejos políticos que no les piden

Me da la impresión que podríamos volver a la larga, negra y truculenta noche en la que los chilenos estuvimos interdictos y no podíamos elegir a nuestras autoridades. Esta impresión me nace al ver como detractores de la Democracia Cristiana – con un amplísimo respaldo ciudadano (entre los que no me cuento) – dedican sus mejores tiempos y esfuerzos intelectuales a criticarlo y ha entregarle directrices de cómo debe ser y actuar. Entiendo que las elecciones, las que ahora nos entregan el derecho de elegir desde Concejales hasta Presidente de la República, nos permiten adherir a quienes representan nuestras legítimas posiciones al mismo tiempo que podemos dedicarnos a difundir las condiciones y cualidades personales de nuestros candidatos y los principios y proyecto que fundamentan la existencia del grupo, religión, filosofía y/o partido político que lo apoya. Nada más contrario a la razón y la libertad individual que entregarse a descalificar al oponente. Digo que se conculca la libertad dado que si grupos poderosos se concertan , no para destacar las virtudes de sus ideas o candidatos, sino, por el contrario, para denigrar, empequeñecer, descalificar al oponente, logran sus desleales objetivos al imponer presiones, ya sean propagandísticas, económicas, o de terror. Es por eso mi inquietud planteada al inicio. Me parece lógico que divulguemos los principios, los programas, los ideales, la filosofía de nuestros grupos o partidos. No emporquemos lo que debe ser fundamental de un debate, esto es entregar al escrutinio nuestras propuestas, nuestros ideales. Si importantes personajes extranjeros entregan sus opiniones, deben merecer respeto, pero no se debe confundir opiniones con directrices, ni mucho menos esgrimirlas por quienes no comparte el ideario demócrata cristiano para pretender señalarles lo que ese partido debe hacer.
Referentes a las opiniones sobre el significado de Democracia Cristiana y como debe conducirse por tener ese nombre, sedme permitida una reflexión: la democracia no debe tener apellido. Mal sabor me deja el recuerdo de cuando se nos mantenía en una “democracia protegida”

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