miércoles, enero 21, 2009

Seguiremos estando "más o menos" o "mal" El Insular 12 Enero 09

¿Continuaremos estando “más o menos”?
Sin duda que hay situaciones que nos afectan seriamente. Los males de salud son delicados y merecen nuestra preocupación. El costo de las Universidades para nuestros hijos nos resta una parte muy importante de los ingresos o simplemente no podemos pagarlo. Lo que producimos tiene cada vez menor valor, pero lo que necesitamos, tanto para producir como para nuestras subsistencias nos cuesta día a día más caro.
Sobre esto último queremos detenernos. Cuando llevamos papas de nuestra producción al comerciante, este nos fija el precio el que siempre es menor al esperado, por lo que gastamos en producirlas. El se justifica con “es que la situación está muy mala”. Sin embargo quienes entran al local se encuentran que el almud de esas mismas papas, cuestan más que el año pasado. Lo mismo sucede con los quesos, huevos, verduras y, en general, con todos los productos que se comercializan por pequeños productores. Caso insólito es el de la leche. Las plantas pagan cada vez menos, pero en los supermercados los quesos, la mantequilla, los yogures, los helados, valen cada día más. Y que decir de las carnes.
Por otra parte se nos pregona con bombos y platillos que estas son las reglas del juego del libre mercado. No olvidemos que el libre mercado es parte importante del modelo económico opuesto al sistema estatista de regulación de precios y de control de los mercados; protección, preocupación y fomento del Estado para los núcleos de producción, en general control sobre las variables económicas Sin duda cada sistema tiene sus ventajas y desventajas y los chilenos somos totalmente libres para propiciar y defender uno u otro. Lo que al simple ciudadano molesta es cuando los grandes poderes políticos y económicos tratan de aprovechar las ventajas del sistema al cual se oponen fieramente y con amenazas de catástrofes sociales. Cercana tenemos la campaña que realizaron los exportadores de fruta para que el Estado interviniera subiendo el precio real que tenía el dólar en relación a nuestro bien valorado peso. El movimiento encabezado por el presidente de los exportadores de frutas (no productores) que es, a la vez un importante responsable de las finanzas del grupo católico Opus Dei, sin el más mínimo pudor cristiano, hacía llegar su poderosa voz diciendo que si el Gobierno no intervenía en la fijación del precio del dólar (política básica en una economía estatista) se produciría un desastre en la actividad frutera chilena con miles y miles de cesantes, reiterando la monserga clásica de los poderes económicos ante cada medida que les pueda disminuir sus ganancias. Paradojalmente, los productores de fruta, por existir un valor real del dólar, podían adquirir sus maquinarias, vehículos y equipos, como también todos los productos fitosanitarios y de fertilización, cancelado menos pesos por cada dólar de costo. Esto no les importaba a los exportadores que son meros compradores – vendedores de la fruta.
Los exportadores argumentaban que recibían menos pesos por dólar en sus ventas. Esto sin duda era efectivo, pero nunca se atrevieron a demostrar qué porcentaje de los costos de producción se cancelaban en pesos o que no tenían relación alguna con el dólar.
Solamente pensando en el precio de los combustibles, se puede cuantificar el beneficio que significó para todos los chilenos el tener un dólar real bajo cuando el precio internacional del barril de petróleo andaba por las nubes y sin capacidad de controlarlo de parte del Gobierno. Hoy, por las presiones de los exportadores, no podemos llegar a un valor inferior a $ 300 por litro de petróleo, pues la baja internacional es absorbida por el mayor precio del dólar que benefició a los exportadores. Otro ítem que incide mayoritariamente en los costos de la exportación son los fletes, seguros y bodegajes en los puertos de destino. Todo pagado en dólares, lo que significaba una baja en dichos costos al mantenerse el dólar en su valor real. Los exportadores presionadores obtienen, sin mayores riesgos, sus ingresos de sobreprecios y/o comisiones. Los pequeños y medianos productores nuevamente perjudicados por la presión de los grandes poderes económicos y la tolerancia cómplice de un Gobierno obsecuente.

¿Y los pequeños y medianos productores lecheros?
Sufriendo las consecuencias de estar amarrados y obligados a entregar a plantas, casi en su totalidad en manos y/o en acuerdos comerciales con grupos internacionales. Curiosamente las plantas lecheras argumentan, para bajar a niveles extremos el valor de compra de la leche, que están ellos sujetos a parámetros internacionales, siendo el principal, el precio de la leche en polvo el cual muestra una baja en esos mercados. Lo que no resulta claro es que las grandes plantas lecheras son las principales compradoras de la leche en polvo importada, la que usan para recomponerla y emplearla en la fabricación de productos lácteos y, por lo tanto si baja el precio internacional de la leche en polvo disminuyen sus costos de producción. Por otra parte es de muy fácil comprobación que helados, quesos, mantequillas y las leches, en todos sus tipos y formas, han mantenido o subido sus precios a público. Volvemos a preguntar: si las plantas usan leche en polvo importada que ha bajado su valor, si sus precios de venta suben ¿cuál es la razón para bajar el precio de compra al pequeño y mediano productor?
Algunas estadísticas señalan una mantención y – en algunos casos – una leve baja en algunos rubros, en las ventas de supermercados. Es lógico que si se amenaza todos los días que la situación económica se viene complicada, si los sueldos no se reajustan adecuadamente y se atemoriza al trabajador (consumidor) con despidos, este consumidor evitará comprar aquellos productos que suben de precio y que la “crisis” curiosamente no los hace bajar. ¿Les afecta a los supermercados estas leves bajas en las ventas de algunos productos? No, simplemente porque venden algo menos, pero con márgenes superiores y, peor aún, les da nuevos argumentos para disminuir personal y pagar menos por los productos que revenden.
Las plantas lecheras son planificadas para elaborar sus productos considerando una capacidad de proceso de leche, que permita una legítima utilidad y se cumpla el proyecto de tener un negocio rentable. Dentro de estos proyectos, se considera una capacidad “piso” - que señala un ingreso mínimo de leche a proceso- que permite absorber solo los costos que la planta demanda, sin margen de utilidad. Si la planta recibe más leche que ese valor “piso” - que es lo comercialmente deseado - se empiezan a generar las esperadas utilidades en cantidades casi directamente proporcionales al mayor ingreso, hasta llegar al límite de la determinada “capacidad máxima” de procesamiento, todo esto en un período de tiempo establecido. Esto tiene especial relevancia para aquellas plantas medianas que son afectadas por bajas estacionales de leche y que las llevan a operar bajo el “piso”, perdiendo dinero, y que están obligadas a recuperarse tratando de lograr una mayor recepción de leche. Preocupa cuando las plantas, por políticas de administración, no se esmeran en conservar o atraer nuevos proveedores en circunstancias que poseen una capacidad instalada sub utilizada. Esto es una política sumamente riesgosa, pues la carencia de proveedores no es algo que se pueda revertir en el corto plazo, en forma especial proveedores con producciones de leche de buena calidad.
Sin duda alguna que muchos tienen razón cuando responden que les va “más o menos” o “mal”. Esos muchos incluyen a los trabajadores que se sienten permanentemente amenazados por los despidos, a los pequeños y medianos productores agrícolas y a todos aquellos que viven la incertidumbre de no comprobar medidas y acciones gubernamentales que signifiquen reales apoyos tranquilizadores, como los que recibieron los exportadores de fruta, los salmoneros, los transportistas (que aun no bajan las tarifas pese a le tremenda caída del precio de los combustibles) los grandes bancos, las empresas distribuidoras de insumos agrícolas a las cuales el Gobiernos les avala y financia los créditos preferenciales para los agricultores, y, para que seguir si todos conocemos en donde se ponen los recursos y quienes realmente sufren la tan mentada crisis mundial.
Ahora bien. La tasa de interés que fija el Banco Central y que tanto preocupa, sin que realmente se conozca cual es su efecto, no es ni ha sido jamás una tasa obligatoria para recargar los créditos a los deudores bancarios, hipotecarios o de casas comerciales. Solo señala un guarismo que los bancos pueden usar para sus captaciones. Se eleva al estimarse un alza fuerte de la inflación y como medida para recoger dinero circulante Se puede aplicar, a los préstamos, el porcentaje de interés que cada cual estime adecuado a sus conveniencias, sin que esto permita caer en intereses considerados como usura. Por ejemplo si las groseras utilidades obtenidas por los bancos, más los miles de millones de dólares que les puso el Estado, hubieran sido derivadas, en parte, para mantener una tasa baja de interés por los préstamos, lo podrían haber hecho sin absolutamente ningún problema y así habrían ayudado real y lealmente a salir de esta crisis que nos afecta de rebote, pero que algunos tratan de aprovechar en directo perjuicio del país. A no olvidar: que los bancos recibieron del Estado miles y miles de millones de dólares para que esta crisis internacional no los fuera a “incomodar” y disminuyeran sus fabulosas utilidades que, mensualmente, son públicamente informadas por la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.
Como tratamos de ser ecuánimes en nuestros planteamientos, es bueno sepamos que, por ejemplo, la AFP Provida despide cientos de trabajadores alegando la “crisis”, en circunstancias que acaba de obtener más de VEINTIOCHO MIL MILLONES DE PESOS DE UTILIDAD (¿)
Insistimos. Pensemos en lo que debemos hacer, concordemos con nuestras familias, en nuestras Juntas de Vecinos, en los sindicatos, en los clubes deportivos. No nos dejemos vencer pues si no se logra un sano, constructivo y eficiente actuar continuaremos por muchos años repitiendo que nos va “más o menos” o “mal”

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